divendres, 3 de novembre del 2017



 LOS PEORES ÁNGELES DE NUESTRA NATURALEZA

THE WORST ANGELS OF OUR NATURE




Es sorprendente como vestimos la cruda realidad con los colores que más nos convienen. Creo que individualmente tenemos la capacidad de modelar o de esconder lo que puede resultarnos más molesto de nuestra naturaleza, como si así creyésemos que se puede eliminar. También colectivamente, los aspectos que no se adscriben demasiado a los principios sociales de una comunidad, siempre mutables, se esconden bajo la alfombra, pero, en los dos casos, creo que no pueden ser tan fácilmente olvidados gracias al sutil latido de nuestro inconsciente, ajeno a la moralidad y las superficialidades.

Dos ejemplos dispares: 1/ La imagen de una prehistoria en la que presuntamente había mucha menos violencia social que, junto a anteriores ejemplos históricos, debe provenir de la Ilustración con el mito del buen salvaje (1), como si las guerras fueran mecanismos básicamente posteriores y sólo vinculados a la civilización, quizás siguiendo una tendencia originada y muy propia de los años sesenta y setenta (2); 2/ La extendida y en cierta manera comprensible costumbre de la ocultación de autoridades y medios europeos del origen musulmán de hombres que han acosado, manoseado y violado mujeres de Europa del Norte en fin de año del 2015. Y digo comprensible porque, en cierta manera, no hacerlo puede suponer un aprovechamiento por parte de una ultraderecha en auge, ya desacomplejada por estas latitudes, pero que indica otro cuestionable auge: el de la corrección política, y que aquí quiero resaltar.
  
                                                   

Mi reflexión es que puede aparecer una línea de estudio que muestre datos sólidos de lo que quiere proponer y los presente, para argumentar de manera numéricamente acertada, que ha habido una cuantitativa reducción de violencia en nuestra especie (siempre en referencia al autodenominado primer mundo), lo reconozco, pero no sé si se entra suficientemente en que ésta ha cambiado mucho de forma, y que las legislaciones y las medidas coercitivas influyen mucho en el momento de ejercerla, aunque continúe bien viva de forma latente. Una muestra es internet, donde uno puede desear lo peor a otro con diferentes identidades por simple disconformidad de opinión, o el inaudito auge de contenidos audiovisuales violentos, ya normalizados, son consumidos con avidez por parte de públicos de todas las edades y condiciones, casi siempre siguiendo el maniqueísmo más rancio.




Otra muestra es el anhelo imperialista y beligerante de algunos dirigentes mundiales, exaltados por una de las industrias más jugosas, la armamentista, que nunca para de crecer en tiempos de paz. Creo que son claros ejemplos de lo que a algunos cuesta asumir: que el hombre aún lleva inscrito en la su naturaleza, al lado de facultades y características loables, la agresividad propia de un animal, sin que dependa tanto de la influencia negativa de las sociedades creadas donde se pueda reflejar.

Por lo que refiere al primer ejemplo, un caso podría ser Steven Pinker en The Better Angels of our Nature. Why Violence Has Declined(3), título que adapta una frase de Lincoln (4). Pinker defiende, con otros autores, la disminución cuantitativa de la violencia y la agresividad humanas, pero, sin dejar de ser encomiable, creo que muestra que lo que se ha  hecho es simplemente domesticarlas. Estas pulsiones, pese a quien le pese, completamente humanas, reaparecerían en otros ámbitos o plataformas. La impunidad verbal en la red o determinadas conductas infantiles, claramente crueles como el bulling, que internet ha potenciado hasta provocar repetidos suicidios, parecen expresiones reprimidas de un interior donde quizás tendrían mayor fuerza y gravedad. E mismo estudio aporta estadísticas en las que el 25% de hombres y mujeres considera con frecuencia matar a otras personas y el 60% lo considera ocasionalmente (Kernick & Sheets, 2009).

Aunque pienso que el hombre puede caminar en dimensiones más elevadas, la violencia y la agresividad humanas, propias de los primates un poco más evolucionados que biológicamente somos, y por mucho que ingenuamente creamos que los distintos niveles culturales que alcancemos habrían de desvincularnos de manera definitiva (5), se diferencian, junto con el sexo y otras características, de las de los animales por nuestra sofisticación y la  capacidad de ejercerlas gratuitamente, incluso contra nosotros mismos como individuos: el suicidio no existe en la naturaleza (a menos que, recurriendo al tan desgastado antropomorfismo, interpretemos como suicidio el singular comportamiento o la autolisis de algunos animales https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2788815/).




Está claro que (algunos) estamos mejor que antes, pero para mí no tiene tanta importancia que se hayan abolido prácticas abominables, que haya más alfabetización, empatía y menos guerras o asesinatos en el planeta si hace pocas décadas acabamos de crear el suficiente potencial como para hacer desaparecer toda la especie y el resto de la vida en el planeta en poco tiempo, o que hayamos perpetrado, gracias a técnicas y razonamientos exquisitamente fríos de los que nos enorgullecemos en otros ámbitos, genocidios o exterminios mucho mayores que en cualquier de los peores momentos de nuestro agridulce pasado.  
'El sueño de la razón produce monstruos'. ¿Cómo se podría explicar sino que una misma Alemania sea, con el permiso de la Grecia clásica, la cima de la filosofía occidental y el país que ha causado el holocausto?  Seguramente Pinker tenga en cuenta la vigencia de este dantesco potencial, pero quizás, en el contexto actual de pintarlo todo de un ‘recato’ pudoroso y de afabilidad, no quede bien recordar demasiado alto que ‘The Better Angels of our Nature‘ también son capaces de las peores barbaridades contra sus congéneres. Es normal que nos dé vergüenza, pero dejar de verlo de frente no lo hace desaparecer. También se podría tener en cuenta que multitud de fenómenos naturales de nuestro planeta y del universo, desde nuestra perspectiva, tienen un innegable aspecto violento; en cualquier caso, estas cuatro letras no pretenden ser un análisis profundo del tema. Pero no quiero dejar de expresar mi convicción de que el hombre todavía continúa avanzando con un paso adelante y dos atrás.




Por lo que se refiere al segundo ejemplo, la ocultación por parte de autoridades europeas del origen de aislados

manoseadores y violadores durante fechas señaladas, se maquilla que la difícil adaptación de algunos inmigrantes, movidos por una razón tan humana como que todos tenemos derecho a buscar una vida mejor, pero con culturas que perciben a la mujer y la sexualidad de forma diferente a la nuestra, puede resultar incómodo, hasta traumático, para algunos de los mismos individuos con el deseo, también humano, de que continúe habiendo trabajadores que les paguen les pensiones de jubilación cuando el viejo continente esté poblado aún de muchos más viejos.


‘I pity the poor immigrant

Whose strength is spent in vain

Whose heaven is like Ironsides

Whose tears are like rain

Who eats but is not satisfied

Who hears but does not see

Who falls in love with wealth itself

And turns his back on me...’

Bob Dylan



Lo que creo que tienen en común los dos ejemplos es que nuestra ingenuidad voluntaria que, junto a la ignorancia, estaría entre nuestros peores males (Diógenes Laercio asegura que Sócrates <<solía decir que solamente hay un bien, el saber, y solamente un mal, la ignorancia>> (6), puede tan ser inmensa como el arte de esconder temores y vergüenzas bajo la alfombra. Pero considero que también se ha de subrayar la epidemia de corrección que, sintomáticamente, desde hace decenios ha infectado el lenguaje político y el de sus voceros, los medios. Por otra parte, sugerencias como que <<las maneras políticamente correctas son otra forma de totalitarismo>> (Žižek, 2016) sólo son sofismas para atraer públicos ávidos de expresiones llamativas y que sospechan conspiraciones en cualquier lado, cosa que seguramente despertaría una sonrisa irónica en la Hannah Arendt más atrevida. (https://larisadelser.wikispaces.com/file/view/Arendt-Hannah-Los-Origenes-Del-Totalitarismo.pdf  +  https://clea.edu.mx/biblioteca/Arendt Hanna - La Condicion Humana.pdf).

"El conocido biólogo Edward Wilson mantiene que la selección de grupo ha sido fundamental para la evolución social como humanos, y postula que la competencia intergrupal permite la diversidad adaptativa, una explicación genial de cómo la sociabilidad ha permitido que un primate se haya humanizado" (Carbonell, Agustí, 2020). Los recelos hacia grupos diferentes del nuestro, vigentes hace miles de años, es otra característica que aún tardaremos mucho en desplazar de forma pragmática y definitiva (7). El desajuste entre los recientes movimientos de mejora social y la biología humana es evidente. No habríamos de extrañarnos tanto de la plena presencia, cualitativamente hablando, de agresividad y de violencia en nuestro mundo si hace bien poco íbamos a cuatro patas: aún con el efecto contaminador que, entre otras razones, tienen los medios de comunicación, pienso que el hombre, multidimensional, todavía es un ser primitivo en muchos aspectos. 

La ilusión prometeica ilustrada de que estamos en un momento muy avanzado solo puede complacer si tenemos ideas limitadas. Lo único que veo es que estamos en un momento de entreguerras, de entre significativos desastres y con signos de evidente colapso, con un conjunto de avances antes nunca vistos y que parecen haber estado siempre ahí. Venimos de un pasado lleno de salvajadas, con una historia de la humanidad que <<es poca cosa más que un registro de crímenes, locuras i desgracias>> (Edward Gibbon), como ya he citado, y que este periodo excepcional actual puede ser más frágil de lo que creemos. 

El ser humano aún es merecedor de calificativos poco elogiosos como el de <<animal domesticado y maniatado gracias a lo que denominamos civilización>> (Arthur Schopenhauer, 'Parerga y paralipómena' II, 114). Domesticación que se hace más evidente en las guerras, cuando las reglas y los acuerdos de convivencia que promueve la civilización son prescindibles y hasta las personas más tranquilas pueden ser los más salvajes. Leviatán, latente, personifica las fuerzas incontrolables que aún no han desaparecido.




La naturaleza humana no admite fácilmente ir al ritmo del compás que sugieren las razonables reflexiones de los intelectuales o de los moralistas bien intencionados; imponer el bien también puede ser considerado como un de los peores errores históricos de la humanidad (que se lo pregunten a las generaciones herederas de las buenas intenciones de misioneros e instituciones civilizadas que históricamente los han expoliado). 

El instinto animal continúa siendo poderoso, pero en ningún caso  pretendo  decir  que  no  se haya  de  luchar  donde sea necesario: corregir pedagógicamente y con paciencia las pulsiones más negativas de este instinto, que también forma parte de nuestra humanidad, y esto me permite volver a dar protagonismo al inconsciente. El problema que surge ahora en definir y delimitar los ámbitos de actuación de una pedagogía adecuada a la enorme variedad de culturas actuales, con sus creencias y visiones del mundo, a veces antagónicas o irreconciliables.

  1. Haciendo autocrítica de la Ilustración, Rosseau -considerado por Lévi-Strauss el fundador de las ciencias del hombre- pide, en un clamor pre-romántico, un retorno a la naturaleza en su aportación al programa de la Academia de Dijon sobre el origen de la desigualdad entre los hombres en 1753:  "(…) internado en el bosque (de Saint-Germain), buscaba y encontraba la imagen de los primeros tiempos, una historia que tracé con orgullo; atacaba sin piedad las pequeñas falsedades de los hombres; allí me atreví a poner desnudamente su naturaleza, seguir el progreso de los tiempos y de las cosas que la han desfigurado, y comparando al hombre del hombre con el hombre de naturaleza, mostrarle en su pretendido perfeccionamiento la verdadera fuente de sus miserias." (J.J.Rosseau, 'Oeuvres complètes I', Gallimard, París; 1959-1995, pg. 388), y "todos los progresos de la especie humana la alejan incesantemente de su estado primitivo." ('Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres', Gredos, Madrid; pg. 127).
  2. “Hasta ahora habíamos visto solo señales de violencia sobre individuos, pero lo que estamos viendo ahora es que, al contrario de lo que se asumía, en estas sociedades también había violencia, de hecho, pensamos que lo que estamos viendo aquí es un auténtico campo de batalla tal y como quedó tras el enfrentamiento”, explica José Manuel Maíllo en el artículo (‘Una masacre hace 10.000 años habla sobre el origen de la guerra’; El País. 21/1/2016; http://elpais.com/elpais/2016/01/20/ciencia/1453311077_947443.htmlque habla de descubrimientos en Kenia : “En esa época los Homo sapiens de la zona vivían en sociedades nómadas dedicadas a la caza y la recolección, un pasado anterior a la aparición de las primeras sociedades sedentarias. Algunos expertos han idealizado aquella época y a sus protagonistas, que serían buenos salvajes entre los que no existían jefes, jerarquías, violencia. Pero el hallazgo hace que el mito se tambalee.” (Ibid; ‘Inter-group violence among early Holocene hunter-gatherers of West Turkana, Kenya.’ Nature. 529; 21/1/2016; http://www.nature.com/nature/journal/v529/n7586/full/nature16477.html).
  3. La obsolescencia de las grandes guerras es sólo uno de muchos motivos de la disminución de la violencia. Los porcentajes de homicidios en Europa se han dividido al menos por 30 desde la Edad Media: aproximadamente de 40 personas por 100,000 al año en el siglo XIV a 1.3 al final del XX...”. Steven Pinker, en ‘The Better Angels of our Nature. Why Violence Has Declined’ (Viking, 2011; https://casw.org/sites/default/files/CASWNewHorizonsPinker10-16-2011.pdf+ "El comportamiento agresivo es general. No se inventó en un lugar y se extendió. Forma parte de la historia y la prehistoria de nuestra especie y su linaje ancestral. El cerebro humano ha conservado los circuitos agonísticos y de predominio en los mamíferos. La agresividad tiene por lo menos dos aspectos importantes a considerar. Por un lado, procura rendimientos o recursos en general: alimentarios, territoriales, económicos o sexuales. Por el otro, la agresividad es algo placentero en distintos grados dependiendo de las personas o de las circunstancias. Los dispositivos neurales de la agresión ofensiva se enlazan con los de la recompensa fisiológica. Todo ello recordando que está demostrado que la variación de las tendencias violentas en los individuos es considerablemente hereditaria.” (‘Steven Pinker y el declive de la violencia’; M. T. Giménez a Letras libres; Mèxic, Gener 2012).
  4. We are not enemies, but friends. We must not be enemies. Though passion may have strained, it must not break our bonds of affection. The mystic chords of memory will swell when again touched, as surely they will be, by the better angels of our nature.” (Abraham Lincoln, ‘Great Speeches with Historical Notes‘ by John Grafton).
  5. Desde Darwin admitimos que somos hijos de primates, pero no que nosotros mismos seamos primates. Estamos convencidos de que, una vez descendidos del árbol genealógico tropical donde viven nuestros antepasados, nos hemos alejado para siempre de él, y de que hemos constituido, al margen de la naturaleza, el reino independiente de la cultura.” (Edgar Morin, ‘El paradigma perdido’; Kairós; Barcelona; 1974; pg. 17; https://doctoradousbcienciaseducacion.files.wordpress.com/2013/01/morin-edgar-el-paradigma-perdido.pdfy “Aristóteles colocó a todas las criaturas vivas en una ‘scala naturae’ vertical, que baja desde los seres humanos (los más próximos a los dioses) hasta los moluscos, pasando por los demás mamíferos, las aves, los peces y los insectos. Hacer comparaciones entre los elementos de esta extensa escala ha sido siempre un pasatiempo popular entre los científicos, pero lo único que hemos aprendido es a juzgar a otras especies con arreglo a nuestros criterios. El objetivo constante ha sido mantener intacta la escala de Aristóteles, con los humanos en la cima. Parémonos a pensar: ¿qué probabilidades hay de que la inmensa riqueza de la naturaleza quepa en una sola dimensión? ¿No es más lógico pensar que cada animal tiene su propio sistema cognitivo, adaptado a sus sentidos y su historia natural? No tiene sentido comparar nuestra capacidad de conocer con la de un animal que tiene ocho brazos independientes, cada uno con su suministro nervioso, ni con el conocimiento que permite que un animal volador capture una presa móvil gracias a los ecos de sus propios chillidos.” (Frans de Vaal; ‘Lo que aprendí haciendo cosquillas a los simios’. El País, 15/5/2016 http://elpais.com/elpais/2016/05/12/ciencia/1463063308_272178.html).
  6. Diògenes Laerci; ‘Vides dels filòsofs’; Ed. Laia. Barcelona, 1982, pg. 127 http://www.ataun.net/BIBLIOTECAGRATUITA/Clásicos en Español/Diógenes Laercio/Vida de los filósofos más ilustres.pdf).
  7. La desconfianza en los extranjeros es fruto de nuestra historia evolutiva. Puede ser que no nos guste, pero es cierto. La diferencia de trato a los pertenecientes al grupo y los que no lo son es una de los mayores hitos de la sicología. Si lo quieres cambiar es posible que no cambies la biología, pero podemos crear instituciones sociales en las que la gente de distintas culturas colabore” y “Nuestra hipótesis es que, alrededor de hace medio millón de años, hubo una gran explosión de poblaciones de monos que estaban robando la comida a los humanos. En esta situación, hubieron de idear otras formas de encontrar comida y tuvieron que acabar colaborando para encontrar alimentos, com los antílopes, fuera del alcance de los monos.” (M. Tomasello a “Para mejorar la sociedad no podemos obviar lo negativo de nuestra biología”; El País. 3/11/2015). 



2 comentaris:

  1. No se si voy a poner una tontería, pero leí hace mucho tiempo que algunos animales también se suicidaban, posiblemente no tendría que comentarlo porque no tengo ese texto a mano.
    Creo también, que vivimos desde siempre (los humanos y las humanas) sumergidos en la cultura de la guerra: territorio, competición i poder. Siempre he pensado, que podríamos vivir en la "cultura de la paz". Vivimos en un armisticio permanente: un leve descanso entre una guerra y otra. Puede ser también que los primates, que al final es lo que somos, solo sirvan para vivir en comunidades jerarquizadas sostenidas por el miedo.

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    1. No tiene porqué ser una tontería; podría ser perfectamente posible aunque sospecho que en muy reducidos casos. Lo que sí se sabe es que la tristeza, el duelo y otras emociones otorgadas solamente a humanos existen en los animales, pero creo que es muy fácil caer en antropomorfismos y otras idealizaciones.
      Pienso que tienes razón en que vivimos permanentemente en guerras frías, templadas o calientes (sino, porqué acumulamos ingentes arsenales de destrucción en nuestro tan civilizado mundo ?), por eso sostengo que no hemos avanzado tanto como se cree, y que nos falta mucho para erradicar definitivamente la violencia, la agresividad y otros miedos atávicos que arrastramos, pero primero habría que reconocerlo unánimemente.
      Gràcies pel teu comentari.
      Toni

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